Todo en este país sorprende. Todo.
Al salir del aeropuerto empiezas a ver la vegetación de cerca. Es aún más impresionante. Piensas en las extensas llanuras manchegas secas siempre, en el Mediterráneo y sus secanos y te impacta el contraste. Hay agua por todas partes.
De manera que nos vamos acercando a la ciudad vamos viendo las viviendas de estilo centroeuropeo, como las que puedes ver en Alemania, Austria o Suiza y te parece realmente raro.
La carretera de acceso a la ciudad es parecida a las que había en España hace 15 o 20 años, con una señalización totalmente distinta a la nuestra.
Llegamos a la capital. La primera impresión es muy extraña. La concepción de ciudad al estilo nuestro aquí no existe (es lo primero que pensé).
De pronto te encuentras con una preciosa casa estilo colonial entre dos edificios gigantes típicos del centro de Madrid.
El taxista nos comenta que nuestro hotel está en el centro de la ciudad en una de las dos o tres calles más importantes.
Cuando llegamos, igual que nos ocurrió en el aeropuerto de Sao Paulo, la forma de tratar a los visitantes es amable, acogedora y servicial. Un encanto de gente.
El hotel es un equivalente a un tres estrellas español tipo apartamento. Aunque se nota que necesita una renovación está todo bien.
La habitación tiene una saloncito previo con una pequeña cocina, con su frigo y demás. Aire acondicionado de tipo pared con la mitad dentro de la habitación y la otra mitad fuera. Pero funciona. En Brasil el aire acondicionado siempre funciona.
Cuando dejas el taxi y entras en contacto con el ambiente empiezas a notar otra de las diferencias importantes. La temperatura no es excesivamente alta pero la humedad hace que el aire sea espeso espeso. Y empiezas a sudar.
El precio de un apartamento de estos para dos personas cuesta al cambio unos 40€. Aunque a nosotros de entrada habiendo hecho la reserva desde España nos costó el doble.
Así que lo recomendable es hacer la reserva para pocos días en España y después contratar con el propio hotel. O si tienes el contacto, reservar directamente.
Después de descansar unos minutos el cuerpo te pide un aseo inmediato, después de tantas horas de viaje. El baño está bien. Todo lo necesario y limpio.
La habitación-apartamento tiene dos balcones o "sacadas" (como llaman aquí) con vistas de casi toda la ciudad.
Cuando te duchas notas la diferencia de agua. Aquí las aguas son muy blandas y cuando te lavas, se nota el cambio en la piel. En ese sentido el agua aquí es muy buena.
De todas maneras con los comentarios de otros viajeros con experiencia no se nos ocurre beberla por el momento.
El hotel tiene un servicio de desayuno buffet estupendo dentro del precio.
Nos vamos a ver la ciudad. Esa impresión de destartalada no sólo se mantiene, se acrecenta cuando salimos del hotel sin una dirección definida. Deambulamos por grandes calles confirmándonos que la manera de entender el urbanismo en España hay que olvidarla aquí.
Florianópolis es la capital del estado, tiene unos 350.000 habitantes y está situada una parte en el continente y otra en una isla conectada por puentes. Por la forma de concebir el urbanismo es muy extensa. La realidad es que no tienes en ningún momento la sensación de estar o no en el centro.
Ahora ya es mediodía y el calor es realmente fuerte y la sensación unida a la humedad es asfixiante.
A continuación llueve fuertemente y se refresca el ambiente. Así durante todo el día.
Observamos que la gente come en una franja horaria de las 12 a las 2 de la tarde y que los restaurantes están llenos.
Nos decidimos y entramos en uno que está cerca del hotel. Hay un tipo de restaurante que llaman "buffet a quilo". Es un tipo de restaurante en el que comes de todo lo que se te ocurra y te cobran por peso.
Hemos comido un poco de todo: ensaladas, arroz, pasta y carne. ¡Ah! La carne. La carne de vacuno es excelente. La mejor que he comido en mi vida.
Hemos comido dos personas por 28 reales, es decir por 13€ incluida el agua y la cerveza. Esto puede ser el paraíso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario